miércoles, 19 de febrero de 2014

La ermita del Ángel





...”la ermita, aquel cajón, poco más que un cobertizo, construido al pie del gran roble en cuyas ramas Totacoxe, soltera, dijo que veía al Ángel, de modo que aquello se llamaría por siempre la ermita del Ángel. (La tierra convulsa, 62-63) .


En el barrio de San Baskardo,  La Venta y La Ermita,tan juntas, no se entienden  la una sin la otra.

 Antes de que Ermo se dispusiera a levantar los muros de La Venta se personó un clérigo con documentos que testificaban que aquel Mostrador era el Altar de San Pedro de Roma. O sea que el título de propiedad, además de Etxe y Larreko, tiene un nuevo demandante: la Iglesia.

Resulta que en el siglo II los vikingos expoliaron la Basílica de San Pedro de Roma y se llevaron el Altar, donde se realizaban los Oficios Santos, hacia sus tierras del Norte. El Papa de entonces mandó hacer una réplica exacta y los fieles ni se enteraron. La fe continuó intacta.

Durante mucho tiempo no se supo más de él en aquellas tierras norteñas. Pasaron los siglos. Fue en el siglo XII, cuando un Papa tiene noticia de un testamento vikingo en el que un “bloque de madera” pasa de padres a hijos. Los emisarios del Papa rastrean por aquellas tierras bálticas y, al fin, lo encuentran en una plaza pública de un pueblo con una estatua de un hombre de madera con una jarra en la mano en pose de cantar. “El conjunto era un monumento al borracho”. Los emisarios atestiguan que, por las marcas del tallador romano en el bloque , era  el Altar robado unos siglos  antes. Pero hay otra prueba definitiva que lo confirma: la relación de aquella madera con el vino.

Una vez comprado el bloque lo embarcan rumbo a Roma, pero nunca llegó. En el Cantábrico naufragó la embarcación. Y en la playa de Arrigúnaga,  Exte lo vio primero Y Larreko lo subió con sus bueyes hasta la Campa del Roble.

El clérigo mostró los documentos en la Campa: uno de los archivos vaticanos, con sus características y dibujos y otro documento, el recibo de compra, que pudo llegar a Roma al ir por vía distinta de la del galeón.

 Y cuando alguien apostó un prado de hierba por Dios, como propietario de aquel bloque, quedó claro que se abrían más posibilidades de apostar. Más apuestas, pues.

El clérigo reclama el Altar para la ermita. . “Habrá que arrastrar el Altar hasta aquí, hasta el sitio de la ermita” (La tierra convulsa, 361). El Jaunsolo, señor de Getxo, está de acuerdo pero sería su ermita y la pieza sería de todos los vascos. Así se acabaría con la discusión o la indefinición de su pertenencia. Pero eso la gente no lo entiende porque en definitiva la ermita sólo sería del señor.

Sabemos que, ajeno a toda discusión, Ermo fue levantando las paredes de lo que después sería La Venta. Y dentro, la gran madera transformada en Mostrador.

Y al mismo tiempo se iba edificando La Ermita del Ángel. Dice la tradición que la estatua de El Angel tenía unas facciones como las de aquel  que había dejado embarazada a Totacoxe.

Luego, “Dos siglos más y La Iglesia, el templo cristiano, construido a un tiro de piedra de La Ermita, sobre una leve colina” (La tierra convulsa, 371)

Sin embargo, parece que un sector de la Iglesia no ha dejado de recordar que el Mostrador de la Venta es aquel Altar robado por los vikingos hace muchos siglos y lo sigue reclamando para la Ermita o para la Iglesia próxima.  En El cementerio vacío, (p.83)  Pinilla hace de pasada una mención a este conflicto, cuando  Don Pedro Sarria, el párroco nacionalista de Getxo le dice a Samuel Esparta que el coadjutor Ignacio Artigas, “quiere sacar de La Venta nuestro mostrador para ponerlo en la Iglesia como altar…”






lunes, 3 de febrero de 2014

La Venta


                                          La Venta


                              La Campa del Roble con la ermita del Ángel y detrás, La Venta

En el barrio de Andra Mari, muy cerca de la coqueta Iglesia, en la confluencia de la calle Maidagán con la avenida del Ángel se encuentran  dos edificios muy juntos: una vieja taberna, hoy restaurante, de nombre La Venta y, a su espalda, la ermita del Santo Ángel 

Cronológicamente, la primitiva Iglesia  fue la primera edificación del barrio, allá por el siglo XII; unos siglos más tarde, se edifica la ermita (el altar data del siglo XVII) y en la fogueración o censo de hogares para cobro de impuestos de 1796 se nombra “otra casa nueva, llamada La Venta”. En 1887 ya consta como “vivienda y taberna”.

Pero en el barrio de San Baskardo los hechos  fueron de otra forma. (La tierra convulsa ,332 -371)

“...fue un Ermo quien, allá por el siglo XIII, convirtió en mostrador el misterioso catafalco aparecido en la playa de Arrigúnaga (...)que rodeó de paredes y techo y se convirtió en La Venta”(La tierra ,92)

Una mañana neblinosa Etxe, el tempranero, el gran madrugador, el que bajaba diariamente a la playa de Arrigúnaga para ver lo que las olas habían dejado en la arena,  encuentra  un enorme bloque de  madera. “Aquí hay madera para tres inviernos”, le dice uno de los que al cabo del día merodeaban allá viendo la gran cosa.

El problema será cómo subirla hasta el pueblo. Etxe confía en su burro. Pero entre los curiosos nadie apuesta por el burro. Es demasiado pesada.

 Como el burro no ha podido, Etxe consiente en que sea Larreko con sus bueyes, los más poderosos de la zona, el que lo intente. Pero Etxe deja constancia de que la madera es suya porque la ha visto primero.
Y comienzan las apuestas por ver si los bueyes de Larreko podrán moverla o no.

Los bueyes comienzan el arrastre. Y se abre el gran interrogante que hasta día de hoy perdura: ¿De quién será la madera, de Etxe que la vio primero o de Larreko por subirla hasta el barrio? Las apuestas, ahora, son sobre la propiedad de lo encontrado. 

 Al anochecer paran el arrastre. Y al amanecer se reanuda. Llegan por la tarde hasta la Campa del Roble, al pie del gran árbol. Y ahí se queda porque uno de los bueyes muere por el esfuerzo.
La disputa entre los dos por la propiedad de  la madera continúa. “Yo la vi primero”, recuerda Etxe.  “Sin mis bueyes no sería de nadie, sino de la mar” le responde siempre Larreko.

Así siguió la disputa durante tres o cuatro años. ¿De quién era la madera? Cada día se formaba la tertulia alrededor de la madera. Allí llegaba la gente con “alforjas de alimentos y bebidas”. El txacolí corría felizmente entre los tertulianos. Y las apuestas continuaban.

Pero fue uno de la estirpe de los Ermo quien, saltando al otro lado de la madera, se puso a servir el txacolí y a cobrarlo en especie. Aquella madera ya tenía otro sentido. La Madera ahora era el Mostrador. Ermo inició el tiempo de los venteros, taberneros, barmans…

 Pasan las generaciones y el dilema de la propiedad entre Etxe y Larreko sigue sin resolverse. Descendientes suyos siguen su porfía y descendientes de Ermo siguen tras el mostrador. Y los descendientes de los apostantes siguen con sus apuestas que pasan a la siguiente generación.

 Y es a finales de la cuarta generación cuando sucedió el episodio de Totacoxe, chica de quince años a la que iban a arrojar por La Galea por un embarazo de  pecado y que al pasar por delante del Gran Árbol en La Campa del Roble dijo que veía un Ángel en el árbol.

Y allí se personó el obispo de Iruña para dar fe del milagro y poner el punto exacto donde se debería edificar una ermita.

“Dice la leyenda que los ojillos de Ermo brillaron con fulgor singular (...) y, de pronto, se puso a abrir una zanja alrededor del Mostrador para levantar muros. La Venta, pues.” (Verdes v. 358)

Han pasado siglos y la controversia continúa:
Roque Altube está en La Venta esperando que Zacarías Ermo abra. Pide aguardiente. Entra Martín Larreko. Roque retoma la controversia sobre la propiedad de la Madera, el Mostrador.  ( La tierra convulsa, 637-649)

Pasa el tiempo y   Roque con su idea de un sindicato que le quite a Ermo lo que se ha apropiado, mientras esperan que Las Juntas de Gernika decidan de quién es el Mostrador: de los Etxe o los Larreko.” Estoy en la mesa del rincón con Bertol Sangroniz, Deunoro Etxe, Martín Larreko, Lander Bukua, Antón Basurto y Martico “(Los cuerpos desnudos, 69-75)