lunes, 3 de febrero de 2014

La Venta


                                          La Venta


                              La Campa del Roble con la ermita del Ángel y detrás, La Venta

En el barrio de Andra Mari, muy cerca de la coqueta Iglesia, en la confluencia de la calle Maidagán con la avenida del Ángel se encuentran  dos edificios muy juntos: una vieja taberna, hoy restaurante, de nombre La Venta y, a su espalda, la ermita del Santo Ángel 

Cronológicamente, la primitiva Iglesia  fue la primera edificación del barrio, allá por el siglo XII; unos siglos más tarde, se edifica la ermita (el altar data del siglo XVII) y en la fogueración o censo de hogares para cobro de impuestos de 1796 se nombra “otra casa nueva, llamada La Venta”. En 1887 ya consta como “vivienda y taberna”.

Pero en el barrio de San Baskardo los hechos  fueron de otra forma. (La tierra convulsa ,332 -371)

“...fue un Ermo quien, allá por el siglo XIII, convirtió en mostrador el misterioso catafalco aparecido en la playa de Arrigúnaga (...)que rodeó de paredes y techo y se convirtió en La Venta”(La tierra ,92)

Una mañana neblinosa Etxe, el tempranero, el gran madrugador, el que bajaba diariamente a la playa de Arrigúnaga para ver lo que las olas habían dejado en la arena,  encuentra  un enorme bloque de  madera. “Aquí hay madera para tres inviernos”, le dice uno de los que al cabo del día merodeaban allá viendo la gran cosa.

El problema será cómo subirla hasta el pueblo. Etxe confía en su burro. Pero entre los curiosos nadie apuesta por el burro. Es demasiado pesada.

 Como el burro no ha podido, Etxe consiente en que sea Larreko con sus bueyes, los más poderosos de la zona, el que lo intente. Pero Etxe deja constancia de que la madera es suya porque la ha visto primero.
Y comienzan las apuestas por ver si los bueyes de Larreko podrán moverla o no.

Los bueyes comienzan el arrastre. Y se abre el gran interrogante que hasta día de hoy perdura: ¿De quién será la madera, de Etxe que la vio primero o de Larreko por subirla hasta el barrio? Las apuestas, ahora, son sobre la propiedad de lo encontrado. 

 Al anochecer paran el arrastre. Y al amanecer se reanuda. Llegan por la tarde hasta la Campa del Roble, al pie del gran árbol. Y ahí se queda porque uno de los bueyes muere por el esfuerzo.
La disputa entre los dos por la propiedad de  la madera continúa. “Yo la vi primero”, recuerda Etxe.  “Sin mis bueyes no sería de nadie, sino de la mar” le responde siempre Larreko.

Así siguió la disputa durante tres o cuatro años. ¿De quién era la madera? Cada día se formaba la tertulia alrededor de la madera. Allí llegaba la gente con “alforjas de alimentos y bebidas”. El txacolí corría felizmente entre los tertulianos. Y las apuestas continuaban.

Pero fue uno de la estirpe de los Ermo quien, saltando al otro lado de la madera, se puso a servir el txacolí y a cobrarlo en especie. Aquella madera ya tenía otro sentido. La Madera ahora era el Mostrador. Ermo inició el tiempo de los venteros, taberneros, barmans…

 Pasan las generaciones y el dilema de la propiedad entre Etxe y Larreko sigue sin resolverse. Descendientes suyos siguen su porfía y descendientes de Ermo siguen tras el mostrador. Y los descendientes de los apostantes siguen con sus apuestas que pasan a la siguiente generación.

 Y es a finales de la cuarta generación cuando sucedió el episodio de Totacoxe, chica de quince años a la que iban a arrojar por La Galea por un embarazo de  pecado y que al pasar por delante del Gran Árbol en La Campa del Roble dijo que veía un Ángel en el árbol.

Y allí se personó el obispo de Iruña para dar fe del milagro y poner el punto exacto donde se debería edificar una ermita.

“Dice la leyenda que los ojillos de Ermo brillaron con fulgor singular (...) y, de pronto, se puso a abrir una zanja alrededor del Mostrador para levantar muros. La Venta, pues.” (Verdes v. 358)

Han pasado siglos y la controversia continúa:
Roque Altube está en La Venta esperando que Zacarías Ermo abra. Pide aguardiente. Entra Martín Larreko. Roque retoma la controversia sobre la propiedad de la Madera, el Mostrador.  ( La tierra convulsa, 637-649)

Pasa el tiempo y   Roque con su idea de un sindicato que le quite a Ermo lo que se ha apropiado, mientras esperan que Las Juntas de Gernika decidan de quién es el Mostrador: de los Etxe o los Larreko.” Estoy en la mesa del rincón con Bertol Sangroniz, Deunoro Etxe, Martín Larreko, Lander Bukua, Antón Basurto y Martico “(Los cuerpos desnudos, 69-75)









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