lunes, 23 de octubre de 2017

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás(1)



El fin de semana de septiembre, los días 16 y 17, sábado y domingo, hicimos dos rutas literarias por  los escenarios de los verdes valles. El Ayuntamineto lo había programado como homenaje y recuerdo de la fecha del nacimiento de Ramiro Pinilla, el día 13 de septiembre. En la entrada anterior del blog, yo explicaba que sería la tercera tanda de las que se realizarían este año.

Las rutas se enmarcaban en la apuesta que el Ayuntamiento de Getxo había hecho para potenciar la figura del escritor como reclamo turístico durante este año 2017 ya que “en este momento existe demanda de visitantes por conocer los lugares en los que se basan las novelas de Pinilla”. Son palabras de Irantzu Uriarte en la nota de prensa de fecha 17/03/28.

Como ocurre en casi las 20 rutas  que, a lo largo de siete años, he ido realizando, siempre hay alguna o algún participante que me pregunta por la carambola de ser yo de Navarra, vivir en Barcelona y estar embarcado en esta ruta en Getxo.

Y, entonces, aprovechando  el espacio de ida de un lugar a otro, explico cómo fuicaptado por la obra de Ramiro Pinilla y cómo surgió mi primera ruta literaria en Getxo. Así fue:

Lo comencé a leer en octubre de 2006.  Le habían dado el Premio Nacional de Narrativa 2006 del Ministerio de Cultura por el tercer tomo Las cenizas del hierro que completaba la trilogía Verdes valles, colinas rojas.  Había yo leído un breve comentario que hablaba sobre lo que representaba esta gran obra recién publicada. Decidimos comprar los tres volúmenes.

Encaré el primer tomo La tierra convulsa. Como,  en cuanto podía, estaba con el libro entre las manos, me dijo mi mujer, Loles: ¿Te está enganchando, verdad? Y yo le respondí.”Si. Ya lo ves”.

Como los libros requerían tiempo porque son de más de 600 páginas cada uno,  y yo disponía de bastante, continué con Los cuerpos desnudos y, sin darme tregua, una vez acabado, me metí en el tercer volumen Las cenizas del hierro. Tal como los iba acabando se los iba pasando ella. Vi también que los leía con mucha atención.

Y de ella salió la idea de viajar a Getxo: “¿Por qué no vamos a conocer el Getxo de este Pinilla? Lo dijo como sin darle importancia. “Después de tantas veces como aparecen algunos nombres de lugares, podríamos ir y ver de localizarlos” -, añadió. No nos costó mucho decidirnos. Así que nos fuimos para Getxo. El viaje fue en la Semana Santa del 2007..

Era el lunes cuando llegamos a Getxo. Nos dirigimos al centro. Aparcamos. “¿Por qué lugar preguntamos?” nos dijimos antes de continuar. Había nombres que nos sonaban mucho: La Venta, la Campa del Roble, la playa de Arrigúnaga, La Galea,... Preguntamos por ésta última.

La referencia que nos dieron fue la presencia de un molino con aspas. Fue fácil encontrarlo. Sus aspas lo hacen visible desde lejos. Delante de él, vimos y paseamos por encima  del acantilado que lleva el nombre de La Galea.

Y en su base, descubrimos la playa de Arrigúnaga. Fuimos bajando hasta ella haciendo una parada en las ruinas de “¿un antiguo castillo?” ¿Era éste el que Pinilla alude en su trilogía en varios pasajes?  Desde allí bajamos a pisar la arena de la mítica playa de la trilogía. Son muchísimas las escenas que tienen esta playa como escenario.

“Aquí, en esta playa, es donde…” Nos sentamos a recordar algunas de ellas y a disfrutar del paisaje: rocas a derecha e izquierda, el acantilado, las olas de la playa, barcos por la ría del Nervión, montes verdes al otro lado...

Luego, recorrimos el camino que, desde la playa, sube hasta enlazar con el asfaltado que nos llevó hasta el antiguo fuerte, el faro y Punta Galea.

Al día siguiente, martes, visitamos el Puerto Viejo de Algorta, (¡qué bonito y coqueto!), el barrio de Andra Mari y su iglesia (¡encantadora!) y ¿la Campa del Roble, dónde? Justo delante de la iglesia de Andra Mari hay un paseo ajardinado que asciende suavemente hacia La Galea. Abordé a una señora que estaba paseando su perro. Era de las de Getxo de toda la vida. “Aquí nací y aquí vivo”,me dijo. Le pregunté: “¿Conoce usted por aquí un lugar llamado la Campa del Roble?”Me contestó que nunca había oído ese nombre.

Paseando por la tarde por la playa de Ereaga y viendo las enormes arcadas  que están en la llamada Punta Begoña, haciendo esquina entre la calle Muelle de Ereaga y  el paseo Marqués de Arriluze, me las señaló  mi mujer diciéndome:“Este podía ser el Palacio Galeón”. 

El tercer día aparcamos el coche en la calle Bajada de Arrigúnaga. Loles presentía que alguna de las casas de los alrededores sería la de Pinilla. Sabíamos- lo habíamos leído y visto en una entrevista- que en la puerta que daba al jardín había un letrero con el nombre de Walden. Se fue a probar suerte. Esta vez la intuición le falló. No era este el sitio.

Mientras tanto, yo me dirigí a un señor mayor que pasaba al lado mío preguntándole si era de Getxo y si conocía a un escritor local llamado Ramiro Pinilla. Me contestó que era nacido en el  barrio  pero que no le sonaba ese nombre por ahí. Lo mismo le pregunté a una pareja joven que subía por la calle. Nunca habían oído su nombre.

Curiosamente, cerca de esta calle hay un cruce de calles. Merodeando por una de ellas,  vimos un edificio escolar, de planta baja y un poco alargado. Aquí intuyó  Loles que era la escuela de Algorta donde don Manuel, el maestro nacionalista, daba clase a los niños y la señorita Mercedes, su prometida, a las niñas. (Lo de las diversas intuiciones, que me dejaban perplejo, resultaron ser ciertas).

El día de Jueves Santo volvíamos para Barcelona. Recién iniciada la vuelta pasamos por delante de un restaurante llamado La Venta. Lo habíamos tenido cerquísima pero, sin embargo, no la habíamos visto. Nos marchamos con el gusanillo de que nos faltaban lugares por conocer del Getxo de “este Pinilla”.


Esta fue mi primera incursión en el territorio del escritor.