jueves, 23 de noviembre de 2017

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás (2)


En busca de libros de Ramiro Pinilla por librerías y bibliotecas…


Después del viaje en la Semana Santa del 2007, conseguí en una librería de segunda mano de Barcelona Las ciegas hormigas, premio Nadal 1960. Como gran parte de la trama se desarrolla en el entorno de Arrigúnaga y La Galea, en algunos de los lugares que habíamos visitado hacía tan poco, viví la lectura situando las personas y la acción en su lugar. Mientras leía iba viendo  el viejo fuerte y el faro, el molino, el cementerio, los caminos de “abundante argoma erizada de pequeños pinchos”, los pinares y abajo, en el mar, El Abra y la playa con las ruinas de ¿un viejo castillo?

Simultaneaba la lectura del Nadal con la lectura, también, en páginas de Internet, de entrevistas con el novelista que algunos diarios habían publicado. Poco a poco fui conociendo aspectos de su vida; sus ideas;  su voluntario exilio literario del circuito comercial en editoriales importantes y sus motivos; sus   andanzas literarias impulsando una revista local y un taller de escritura, y sus premios literarios.


Al consultar la lista de sus libros publicados, había leído que fue finalista del Premio Planeta en 1971 con una novela titulada Seno. Pregunté en las bibliotecas más próximas del pueblo donde vivo y en ninguna la tenían. Pero, un día, entré en Mataró en una biblioteca de una caja de ahorros preguntando por los libros de Ramiro Pinilla. Aquí sí que lo tenían. Además de Seno, me facilitaron  los dos tomos de  Antonio B. El Rojo, ciudadano de tercera y un tercer título, Recuerda, oh recuerda de la editorial Libropueblo.

En el verano del 2008, cuando comencé la relectura de La tierra convulsa, ya podía decir que empezaba a tener  un pequeño conocimiento de la persona y de la obra literaria de Ramiro Pinilla.


… y segundo viaje literario por los verdes valles


En agosto lo había acabado de releer y mi idea de volver a Getxo cada vez era más firme. Quería hacer un viaje literario, me faltaban lugares por localizar: La Venta,  La Arboleda, al otro lado de la ría, entre los valles mineros. ¿Y Oiarzena, dónde estará, esa casa comuna tan presente en el segundo volumen? me preguntaba. Quería recoger información sobre algunos lugares de su Getxo literario y su actividad literaria preguntando a gente, consultando en la biblioteca, revisando periódicos o publicaciones.


A primeros de octubre, era viernes 3,  hice el viaje en tren hasta Bilbao y desde aquí a Getxo. Y ya en la población, aunque el día fue bastante desapacible, a veces con sirimiri, a veces con lluvia intensa, a veces con sol y otras veces con fuertes rachas de viento, hice, decidido, lo que había venido a hacer. Con chubasquero y paraguas me puse en marcha y una mochila con el volumen mencionado.


El primer sitio donde voy es a la playa de Arrigunaga. Solamente estoy yo. Me voy paso a paso, sintiendo la arena mojada bajo mis pies, hacia las rocas que están bajo el acantilado de La Galea. Llego y me siento sobre una roca algo húmeda. El paraguas abierto me protege de las rachas de viento, cuando sopla, o del sirimiri cuando se hace presente.  Leo unas de las primeras páginas (26-30). Aquí, en Kobo, al pie de La Galea, donde estoy, entre la peñas,  están pescando Martxel y Jaso, los hijos de Cristina la marquesa y los niños del caserío Altubena. Mientras están pescando ven a Félix Apraiz, el único pescador, comentan, que ha visto al Negro, el gran congrio.

Sigo leyendo, recreando, otra escena que me fascina (210-218). Por el otro extremo de la playa, por donde se extiende la Peña Abasota, aparecen Roque e Isidora. El la ha traído en una barca; han desembarcado en Las Arenas. Después de atravesar la playa de Ereaga y el Puerto Viejo, han bajado el monte de la playa de Arrigúnaga.  Ya están en la playa. Tras titubeos y remordimientos de Roque,  a pesar de haber sido él quien la ha convencido para venir a ”su playa”, los dos acabarán haciendo lo que, según se dice en Getxo, hacen los Baskardo de Sugarkea, machos y hembras, dentro de la mar.


Esto es lo que había estado esperando al releer el libro: encontrar los sitios donde poder ser yo espectador del relato.


Deshago el camino por la arena de la playa. Subo hacia el acantilado. Desde arriba, y con toda la amplitud de la playa bajo mis ojos, me siento y leo. Ahora la playa de Arrigúnaga es el escenario del campeonato de foot-ball que los marinos ingleses de los cargueros que traen carbón y se llevan el mineral de hierro, disputan “casi a diario” entre ellos (95-98).

Ya ha acabado el partido y luce un sol entre nubes. Me voy siguiendo la carretera dea La Galea. Satisfecho, voy paseando sonriente pensando en lo que he disfrutado leyendo. Ha pasado un rato y veo que enfrente, por Punta Galea se ha formado un cielo plomizo,  negruzco. Me parece amenazador. Me doy media vuelta y, al cabo de unos minutos, descarga una tormenta de agua con un fuerte viento racheado. Calado totalmente, vuelvo a la pensión. La tormenta amaina peo sigue la lluvia.


Cuando a media tarde deja de llover, me pongo en marcha en dirección a La Venta. He tenido que preguntar pero la he encontrado. ¡Por fin! Era uno de mis objetivos del viaje. Son muchas las escenas que Pinilla localiza en ella. Y las referencias a esta taberna son numerosísimas.



Entro. Sólo hay una persona. Pido un txacoli. ¿Qué otra cosa podía pedir si voy a estar con Roque Altube? Y me siento, al fondo, en una silla. La mesa me sirve de soporte para el libro y la copa.  Roque ha pedido aguardiente. Entra Martín Larreko, descendiente de aquel Larreko que se disputaba con Etxe la propiedad de aquel gran bloque aparecido en la playa de Arrigunaga. Todavía Las Juntas de Gernika no han dictaminado a quién pertenece, si a Etxe que lo vio primero o a Larreko que lo subió con sus bueyes hasta ahí. Roque retoma la controversia sobre la propiedad de la Madera, el Mostrador. (La tierra convulsa, 637-649).

Acabada la lectura me paseo por los alrededores y me paro delante de la ermita del Angel (¿el Angel de Totacoxe?) y doy la vuelta por el exterior de la iglesia de Andra Mari, toda ella cubierta de andamios y telas que envuelven casi todo el recinto exterior. Me preguntaba si esta era la iglesia de San Baskardo. 


Al día siguiente me topé con Ramiro Pinilla, muy cerca de La Venta. ¡"Y ahí empezó todo"!

3 comentarios:

  1. Gustavo:

    Está hecho un detective del territorio Getxo Ramiro Pinilla, como un Samuel Esparta. Sin embargo, tú no investigas crímenes sino orígenes. Fantaseo que buscas tus orígenes. También quizá tus continuaciones: qué podría haber sucedido después si no hubiera ocurrido lo que te ocurrió. Por eso, te imagino como un detective de ucronías: un 'ucronodetective.

    Un abrazo.
    Ernesto Maruri

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  2. Fueron unos días muy especiales para mí, Ernesto. Tan especiales que todavía aún estoy, después de diez años, recorriendo el territorio Pinilla. Ahora compartiéndolo con otros.

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  3. Fueron unos días muy especiales para mí, Ernesto. Tan especiales que todavía aún estoy, después de diez años, recorriendo el territorio Pinilla. Ahora compartiéndolo con otros.

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